La infertilidad: El Hambre de Llenar un Vacío




La fertilidad es altamente valorada en muchas culturas y el deseo por un hijo es una de las motivaciones más básicas del ser humano. Para las mujeres, el embarazo y la maternidad son piedra angular del desarrollo y está muy enfatizado por nuestra cultura. Cuando el intento por tener un hijo falla, puede significar una experiencia emocionalmente devastadora. No obstante, desde hace algunas décadas, los avances en la medicina reproductiva han hecho del tratamiento de la infertilidad un prospecto altamente efectivo que ha traído esperanza y éxito a muchas parejas. De todas formas, es muy importante para los profesionales de la salud, tanto física como mental, estudiar los factores psicológicos que rodean la infertilidad.


Dependiendo de diferentes factores como edad, tiempo que llevan intentándolo, pero sobre todo el fuerte deseo de tener un hijo, la pareja toma la decisión de acudir a un profesional quien, en función de la valoración clínica que realice, puede remitirlo a una clínica de reproducción asistida. La pareja acude con incertidumbre e inseguridad, pero con grandes expectativas de poder lograr su meta, lo que provoca que reaparezca la ilusión y cierta alegría. No obstante, cada caso es distinto y, por tanto, los tratamientos también lo son. No siempre se logrará el objetivo esperado o se consigue después de muchos intentos, con el consecuente desgaste físico y emocional, que va produciendo en estas personas.


Durante el transcurso, es fácil entender que aparezcan una gran cantidad de emocionas abrumadoras e intensas que se mezclan entre sí, haciendo a la pareja vivir en lo que parece ser un viaje a través de una montaña rusa sin fin. Pueden surgir sentimientos como la ansiedad ante la espera, la ilusión de poder conseguirlo, el miedo ante la fantasía de inadecuación o de que algo inherente haya dañado la capacidad de concebir. La culpa que surge de la idea de que algo no se hizo o no se hizo en el tiempo adecuado, el sentimiento de frustración y fracaso. La inseguridad por la estabilidad económica o laboral y la presión por la toma de decisiones que generalmente representan decisiones de vida. Pero también están la ilusión, la esperanza y la alegría cuando, si finalmente se logra el embarazo deseado, hace que todo lo pasado haya tenido sentido.


  • Testimonio de un caso:


(Presentamos un caso real, usaremos nombres ficticios para proteger la identidad de los pacientes.)


Sylvia y David:


Desde muy pequeña mi sueño había sido ser madre de una familia numerosa, lo tenía claro. Vengo de una familia de seis hermanos, donde yo soy la única mujer, la mayor. Crecí entre risas, llantos guerras y juegos y quería seguir viviendo así, llenando la casa de esos momentos. Deseaba tener tres o cuatro hijos y esperaba tener la suerte de enamorarme de alguien que también quisiera ser parte de esa familia numerosa. Estudié mucho para tener un trabajo con un salario digno. Conocí a una persona maravillosa que compartía mis sueños de manera que cuando nos casamos nos pusimos en eso.


Fueron pasando los meses hasta que vimos con preocupación que aquello no iba bien, pero bueno, éramos jóvenes, así es que no había porqué ponerse nerviosos. A los dos años de búsqueda fuimos a nuestra primera clínica de fertilidad para hacernos pruebas. Parecía que todo estaba bien. Yo tenía la reserva ovárica bajita, mis ciclos eran cortos, nada preocupante y era joven. Pasados unos meses de aquella primera visita a la clínica, nos hicimos un primer tratamiento de reproducción asistida, estábamos tan emocionados, pero no resultó. Luego nos hicimos otro, pero tampoco obtuvimos los resultados que esperábamos.


Cambiamos de clínica varias veces, seguimos consejos de parejas que les había ido bien, este o aquel especialista, ésta o aquella clínica, pero, ya se sabe, las opiniones suelen depender de la singularidad de cada uno, así que nada nos servía. Fueron pasando los años, muchos tratamientos, pruebas, demasiadas hormonas y cicatrices, muchas risas fingidas y ningún positivo. Suelo ser una persona alegre, pero el tiempo hacía mella en mí, y no podía evitar que se me llenaran los ojos de lágrimas ante el mínimo estímulo.


Estaba en un punto tan oscuro que, a pesar de aparentar ser fuerte, era todo oscuridad. Suerte que mi marido estuvo a mi lado en todos esos momentos, buscando excusas para no acudir a los cumpleaños, a las escapadas…. Sólo me provocaba estar en casa, cocinando, escribiendo, pintando. Alejarme de la realidad tan dura que vivía y que había provocado un estancamiento en mi vida que me estaba consumiendo. Se me estaba yendo la vida y tenía que volver a tomar las riendas. Acudimos a una de las clínicas donde estuvimos durante el proceso anterior y donde mejor nos hicieron sentir. El tratamiento requería de varias esperas, así es que nos planteamos una fecha, esperanzados y a la vez negativos.


Hicimos la transferencia de dos embriones. A los pocos días de la transferencia empecé a sentirme mal, no sabía qué me estaba pasando, era algo que nunca había sentido antes, pero una vez más, pensé que algo no iba a salir bien. Me hice una prueba de embarazo y, cuando vi lo resultados no podía parar de llorar, de reír, quería gritar, pero si les digo la verdad; estaba completamente acobardada. El día se me hizo eterno, hasta que llegó mi esposo a casa y cuando lo vi, me derrumbé. ¡Once años vacía y por fin nuestro primer positivo! Estamos asustadísimos, pero es la primera vez en once años que lo que se me escapan no son lágrimas, son sonrisas.


  • Qué ve el terapeuta en el consultorio psicológico:


Los terapeutas nos encontramos en nuestra consulta numerosos casos de parejas en crisis que necesitan ayuda para recuperarse del difícil camino recorrido para conseguir ser padres y, en el peor de los casos, afrontar el fracaso de su deseo de ser padres/madres. Es de suma importancia entender el duro camino que atraviesa la pareja en su deseo de tener un hijo. Durante un lapso que puede durar años, la pareja pasa de la ilusión y la esperanza a la frustración, la desesperación y los miedos que van acompañando a cada mes de fracaso. Es un proceso estresante que pone a prueba a cada uno de sus miembros y a la relación en sí misma, por lo que no hay que dudar en pedir ayuda a un terapeuta de pareja cuando el sufrimiento y la falta de empatía hacen mella en la relación.


Es necesario ofrecer a la pareja de la información necesaria para entender los aspectos médicos del tratamiento, así como anticiparles los procesos emocionales que puedan aparecer. Por esto es muy recomendable que las clínicas y médicos especialistas en reproducción asistida trabajen en colaboración con el profesional de la salud mental a lo largo de todo el proceso. De esta manera, se ajustan las expectativas, se eliminan las incertidumbres y se normalizan los síntomas. También, se debe trabajar en la aceptación de emociones y de pensamientos para que estos no les desborde o les paralicen y así, tener clara la dirección de sus vidas. Afrontarlo juntos, en colaboración, les hará más fuertes ante la adversidad evitando que sus vidas se paralicen y dejen de cuidarse a sí mismos y al otro.


Es imprescindible trabajar en el mantenimiento o creación de redes de apoyo para encontrar en ellos distracción y desahogo. Para la pareja durante este proceso, el paso del tiempo se vuelve lento, los minutos parecen horas, la atención de la mujer se focaliza en cada respuesta de su cuerpo, se teme la llegada de la menstruación y la espera se hace interminable y angustiosa. El nerviosismo, la esperanza, la euforia y la agonía cobran relevancia según el momento y el día. Conocer y expresar los miedos e incertidumbre ayuda a que los tratamientos médicos sean más llevaderos y no acumulen emociones que los acabe desbordando.


La intervención psicológica tiene que ajustarse a cada caso y a las características que les hacen único y especial. Puede realizarse de forma individuar y/o de pareja. Los grupos de apoyo son una herramienta infalible y muy útiles en el apoyo y asesoramiento, por lo que sería muy valioso que las clínicas de reproducción asistida facilitaran a sus pacientes este tipo de servicio. Igual, a través del tratamiento psicológico, se trabajará en el desarrollo y reconocimiento de sus recursos y habilidades para la comunicación entre familiares y amigos, como forma de mantener y establecer límites que los proteja de posibles presiones o invasiones a su intimidad.


Es fundamental cuidar de las relaciones sexuales y la expresión de afecto y cariño para mantener la capacidad de disfrutar de los encuentros íntimos y que estos no se conviertan en un proceso automático y carente de placer. Así mismo, el apoyo psicológico irá preparando a la pareja para, llegado el momento, tomar decisiones que pueden resultar difíciles, tales como utilizar donantes, posponer el tratamiento o finalizarlo. Si no se consigue la llegada del bebé, la ayuda más importante será realizar un proceso de duelo sano, ya que serán muchas las pérdidas que habrá que afrontar ante la frustración de sus deseos.


Durante todo este trayecto, la ayuda psicológica cobra una especial relevancia porque ayuda a la pareja a realizar este proceso juntos, de manera que la relacion no se deteriore ni pierda sentido. Darse apoyo y consuelo mutuo y generar nuevas alternativas o nuevas formas de comprometerse con sus valores; y sentir que estos siguen guiando sus vidas será el fin último del tratamiento terapéutico.


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