Cómo gestionar mejor las emociones en Navidad





Todos podemos estar de acuerdo en algo: las emociones en Navidad pueden ser bastante intensas. Me atrevería decir que ninguna otra época tiene tanta carga emocional, ni demanda tantos compromisos como esta. Entonces, ¿cómo gestionar mejor nuestras emociones durante las fiestas? El primer paso será reconocerlas.


Aunque normalmente asociamos la Navidad con emociones agradables como la alegría, los múltiples compromisos sociales, el reencuentro con familiares y hasta la compra de regalos, puede despertar emociones difíciles en muchos si han perdido a un ser querido, experimentado una ruptura o, simplemente, están pasando un mal momento.


A continuación te ayudaré a identificar las emociones que en Navidad suelen aflorar entre fiesta y fiesta:

  • Ilusión


Según el diccionario de definiciones de Oxford Languages, se entiende como ilusión a la esperanza, con o sin fundamento real, de lograr algo que se anhela o se persigue y cuya consecución parece especialmente atractiva.


La ilusión es muy fácil reconocerla en los niños durante la Navidad cuando miran las luces y decoraciones, por ejemplo. En los adultos podemos verla en sus ansias por reencontrarse con viejos amigos y familiares.


Una buena forma de promover la ilusión en las fiestas de forma realista puede ser a través de los pequeños detalles como preparar un plato navideño, hacer adornos de Navidad o pasar tiempo con nuestros seres queridos.

  • Añoranza


La añoranza es la nostalgia o el sentimiento de pena que produce la ausencia, privación o pérdida de una persona o cosa muy querida.


Esta última suele surgir al recordar escenas de nuestra infancia que nos encantaría poder revivir. Es muy posible que algunas de las escenas tengan por protagonistas personas que ya no están con nosotros. Personas que, si bien no olvidamos, en Navidad las recordamos aún más.


Una manera de vivir la añoranza de una forma más saludable puede ser tener un pequeño ritual de agradecimiento por los que están y ya no están.

  • Amor


Donde hay añoranza es porque seguramente algún día hubo amor. Las personas que más añoramos son aquellas que más han significado en nuestras vidas y a quienes hemos querido. Una buena forma de cultivar el amor en las fechas podría ser aceptar que, aunque esas personas ya no estén, ese amor no necesariamente murió o partió con ellas. El amor y todo lo que nos dejaron puede transformarse y acompañarnos siempre.

  • Tristeza


Pese a lo que se cree, en Navidad no todos están alegres y la tristeza es una de las emociones más comunes dentro de la temporada. Suele aparecer durante las fiestas, pues en estos días solemos meditar en lo que hemos alcanzado o no, lo que hemos perdido y evaluamos nuestra satisfacción general como personas.


Lidiar con la tristeza no es agradable para nadie, sin embargo, al igual que el resto de las emociones, ella no es buena ni mala. De hecho, si se sabe gestionar bien a largo plazo cumple funciones adaptativas que nos ayudan a hacer los cambios necesarios para reconectar con otras emociones más agradables como la alegría. Entender eso es vital para que la tristeza cumpla su objetivo en estas fiestas y el resto del año.


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  • Culpa


Las celebraciones navideñas nos llevan a cometer excesos. Comemos más de lo que necesitamos, bebemos alcohol, nos trasnochamos y gastamos mucho dinero. La culpa por estos excesos y, quizás, por no haber logrado nuestros objetivos a lo largo del año, puede hacernos reflexionar y modificar nuestra consciencia de manera que nos ayude a establecer nuevos propósitos para el nuevo año.


Lo importante al momento de gestionar la culpa es entender que ella aparece cuando debemos efectuar cambios que nos ayuden a crecer y a reconectar con nuestro bienestar y el de otros.

  • Felicidad


Sí, la felicidad también está presente en las fiestas. Lo está cuando nos reencontramos con un hermano que vive fuera, cuando nos reunimos con los amigos del colegio, cuando vemos sonreír a nuestros seres queridos al abrir algún presente. Después de todo, la Navidad no sería tal sin felicidad.


Una buena forma de incentivar la felicidad en las fiestas es, sin duda, la gratitud. Agradecer por todo lo que tenemos, incluso por aquello que perdimos, porque todo forma parte de nuestra historia y crecimiento.

  • Vergüenza


Muchos se preguntarán dónde cabe la vergüenza en un periodo de fiestas, pero sí, ella también hace parte de la Navidad de muchos. Hay personas que por su situación económica no pueden hacer regalos y esto les avergüenza, por ejemplo. Otro motivo de vergüenza puede ser encontrarnos con personas a las que no vimos durante todo el año o desatendimos. También puede ocasionarnos vergüenza el sentir que no cumplimos con las expectativas sociales de otros, como tener pareja, tener trabajo o tener hijos.


Para gestionar la vergüenza es indispensable que trabajemos en la autoaceptación, así como entender que no somos perfectos y que nuestras debilidades se pueden trabajar y mejorar. También es vital comprender que no es nuestra responsabilidad cumplir con las expectativas ajenas.

  • Esperanza


Para muchos adultos la esperanza se muestra en forma de proyectos y metas por emprender en el próximo año.


Una excelente forma de impulsar esta emoción en estas fechas es planificar y visualizar las metas y proyectos que podemos alcanzar. Un cartel de sueños es una excelente herramienta para hacerlo.


  • La mejor forma de gestionar tus emociones en Navidad es vivirlas


Son muchas las emociones afloran en los últimos días del año. Lo importante es no resistirse a ellas. Hay que entender que el ciclo se debe cumplir como todos los años para luego poder volver a empezar. Y, sobre todo, recordar que la finalización de un año no es más que el comienzo de otro y con él siempre llega la idea de renovación, de nuevos comienzos, pero también de continuidad.


El 2022 no implica empezar de cero, es solo un tiempo para renovar energías, afianzar los logros y darle continuidad a los procesos.



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