Si hay algo en común entre las madres que trabajan, al menos en la mayoría, es ese dilema entre estar y no estar, ese sentimiento de culpa de creer que abandonan a sus hijos por sus carreras profesionales, ¿pero es realmente así?
No, en la mayoría de los casos, no es así. De hecho, un estudio de la Escuela de Negocios de Harvard sostiene que las hijas de madres que trabajan tienen mayor probabilidad de asumir cargos con más responsabilidades y mejor remunerados en sus futuros trabajos, mientras que los hijos varones desarrollan un mayor sentido de corresponsabilidad con su pareja y tienen mayor participación en el hogar cuando son adultos.
A pesar de la relación positiva que existe entre las madres profesionales y el desarrollo de sus hijos en su autoestima, área profesional y de pareja, el sentimiento de culpa las abruma en cada reunión de trabajo o jornada que pasan lejos de casa.
Ya sabemos que la culpa está, ¿pero de dónde surge? De creer que estar 100 % disponibles para sus hijos es garantía para su desarrollo integral y un indicador de su desempeño como madres, pero lo cierto es que cantidad y calidad no son sinónimos. Los hijos necesitan un equilibrio entre calidad y tiempo. No alcanza simplemente con estar presente físicamente por largas horas, lo importante para ellos es estar disponibles psicológica y emocionalmente. Si los hijos se sienten queridos y protegidos, crecen con una alta autoestima y un concepto positivo de sí mismos.
En consulta suelo escuchar frases cargadas de dolor como estas “Cada vez que voy al trabajo y se queda llorando me siento culpable” o “Siempre me pregunto si lo están cuidando bien” y, seguida de ellas, la pregunta: “Doctora, ¿cómo puedo superar la culpa?”. El primer paso es asumir la responsabilidad de las decisiones que se toman. Si la madre decide trabajar, porque lo necesita y dicha situación le genera remordimiento, es indispensable abordar esa culpa para que no interfiera en el vínculo con su hijo.
Una madre que se siente culpable suele equivocarse a la hora de educar y poner límites. Por ejemplo, puede ser muy permisiva en algunas situaciones como una forma de compensar su ausencia. Identificar lo que la culpa conlleva a la madre en sus emociones y en su accionar es vital para que sus hijos puedan crecer con más herramientas psicológicas y emocionales.
Es importante que los niños sepan que cuentan con los padres, que si algo les sucede, ellos están ahí para escucharlos, para enseñarles y para protegerlos. Esto se logra más que con una cantidad de tiempo en específico, con ser intencionales y consistentes con los espacios que se tienen, así sean cortos.
No se trata de que los padres deban renunciar a sus actividades y compromisos individuales, sino que más bien puedan ser capaces de realizar ajustes en su rutina diaria para poder disfrutar más y mejor tiempo con sus hijos. Para lograrlo es fundamental crear hábitos y momentos intencionales durante el día como el desayuno, al mediodía y al regresar de trabajar. Los tiempos no tienen que ser largos, pero sí varios durante el día (sobre todo con los más pequeños).
También es importante mostrarse disponible emocionalmente para ellos; mirarlos, acariciarlos, escucharlos activamente. Los vínculos más profundos se construyen en presencia, estando en los pequeños detalles y en el día a día del niño.
Por último, que unos padres puedan tener mayores herramientas para gestionar sus emociones, su tiempo y sus intereses, es crucial para el desarrollo de un hijo saludable. Los niños comienzan a imitar a sus padres y luego ese modelaje se va transformando en identificación, es decir, ellos toman aspectos y características de sus padres y las hacen suyas. Por tanto, padres sanos y felices, hijos con mayor probabilidad de ser sanos y felices también.
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