¿Qué lugar ocupa el amor de pareja en estos tempestuosos tiempos que vivimos?
La pandemia provocada por este nuevo coronavirus, así como las medidas para combatirlo, en paralelo, han golpeado a las personas en general y las parejas no se han librado de este embate. Esta situación, inesperada las ha puesto a prueba, sacudiendo su estructura por muchos blancos: pérdida de empleo, tener que trabajar desde casa, el cuidado de los hijos, la pérdida de las distracciones sociales, ser apoyo económico y soporte emocional de aquellos familiares más dependientes como los abuelos; y un largo etc.
Sería una ingenuidad pensar que esta situación excepcional no tiene consecuencias en la relación de pareja. No es lo mismo convivir veinticuatro horas por siete días a la semana que cuando ambos tienen sus propios compromisos y desahogo. Se pierde la balanza que da equilibrio a la relación. Ahora el tiempo de pareja ocupa todo el espacio de la estructura, mientras que el individuo se va sintiendo ahogado y desplazado por las necesidades del núcleo familiar. Si además añadimos que estas condiciones no son elegibles, sino que son medidas impuestas por una pandemia, el impacto emocional aumenta exponencialmente.
La satisfacción que existía en la relación antes de entrar en esta situación de incertidumbre y miedo también influye. Es decir, aquellas parejas cuya dinámica era flexible, su estructura fuerte, contaban con una base segura que la sostenía y contenía a los miembros que la componen; tal vez, hayan podido sortear las aguas bravas con herramientas funcionales y proteger su integridad. No obstante, aquellas en cuya relación no había estado sostenida por sus pilares fundamentales; intimidad, pasión y compromiso, terminan de fracturarse porque no se posan sobre una estructura fuerte que las sostenga ni tienen estrategias flexibles ni herramientas útiles para que la relación se sostenga en el tiempo y mucho menos ante una situación de crisis tan dura como la que vivimos.
Hemos estado inmerso por los últimos 11 meses en una situación excepcional e inesperada y tal vez la convivencia haya podido ser difícil, pero esto no implica que los conflictos y tensiones que ahora nos parecen insuperables no se puedan remediar. Para algunas parejas el regreso progresivo hacia la normalidad puede ser suficiente para regresar a su armonía previa. Otras, tal vez requieran de ayuda y pueden inclinarse por opciones como la terapia de pareja, por ejemplo, que ha demostrado ser de mucha utilidad para mejorar la satisfacción en la relación y la calidad de vida de cada uno de sus miembros. La relación de pareja hay que cuidarla y protegerla para que su propósito no se desvirtúe en la convivencia, la propia evolución de la vida, la personalidad, los hijos, la familia, problemas en el trabajo y en el peor de los casos, una pandemia.
Enamorarse, establecer relaciones amorosas y mantenerlas, implica disponer de ciertas capacidades que Otto Kenberg (Psicoanalista) identificaría como de “amor maduro”. Esto es, idealizar al otro, necesitarlo, confiar en él o en ella, sentirse agradecido por el amor recibido, saber perdonar y pedir perdón, mantener un ideal común. Estas son algunas de las capacidades que, por ausencia o limitación, pueden impedir a una persona vivir en una relación de amor maduro. El compromiso de una vida en común basada en el amor maduro facilita la creación de soluciones frente a los conflictos.
En esta novela, García Márquez se pregunta qué es el amor y confirma que es imposible hallar una respuesta única, porque existen tantas clases de amor como seres en el planeta, y porque incluso un mismo amor puede mutar y cobrar mil formas distintas a lo largo del tiempo.
El Amor En Los Tiempos Del Cólera, una de las novelas más representativas de Gabriel García Márquez, publicada en 1985. Para escribirla, García Márquez se inspira en la relación conyugal de sus padres. El autor los entrevista por separado por varios días, para indagar sobre su historia, los puntos más altos, así como sus crisis más difíciles que tuvieron que afrontar. A partir de la historia de sus padres, Marquez se adentra en una novela que escribe de manera circular y cuyos temas principales son el amor, la fidelidad, la muerte, la lealtad y la perseverancia.
Es una historia de amor triangular narrada a través de tres personajes fundamentales: Florentino Ariza, hombre sin posición social ni fortuna que se enamora perdidamente de una joven perteneciente a una clase social más acomodada. Fermina Daza, una joven de carácter fuerte y altiva, huérfana de madre a quien le tocó vivir a cargo de un padre posesivo y controlador y Juvenal Urbino, un joven doctor educado, respetable y bien parecido que resulta ser el partido más codiciado por las jóvenes de alta sociedad de la época.
Gabriel García Márquez nos lleva a través de en un marco temporal concreto, los tiempos del cólera. El cólera es una metáfora que trae consigo el tema de la muerte, latente, a lo largo de toda la obra. Es también la forma en que describe al amor, como una enfermedad. Pero, al mismo tiempo, el amor como sinónimo de la vida, la razón de existir, de perseverar a pesar de todas las adversidades. La obra nos muestra en sus inicios el enamoramiento entre dos jóvenes adolescentes y detalla de forma específica ese sentimiento intenso y a la vez efímero como un estado de felicidad instantánea, pasional e irracional.
La novela se coloca a mediados del siglo XIX, para entonces con una sociedad muy conservadora y convencional donde el amor entre distintas clases sociales no estaba bien visto y por tanto estaba destinado al fracaso. Por tanto, el padre de la protagonista lo prohíbe y se la lleva a un “viaje del olvido”. Cuando regresa un par de años después, intenta reencontrarse con su primer amor, pero la realidad de lo que tiene en frente hace que sufra una desilusión. Florentino, no obstante, no logra recuperarse del vacío que deja el espejismo de plenitud y cae en un estado de melancolía. Para sobrevivir a esa herida decide esperar más de cincuenta años hasta que el marido de Fermina fallece.
Al final de la trama, ambos personajes deciden reencontrar esa felicidad que llene el vacío que el amor dejó, en el caso de Fermina y la ilusión perdida, en el caso de Florentino y se embarcan en un viaje a bordo de un barco por el Río Magdalena que ellos prolongan indefinidamente. Conscientes de que no pueden regresar a tierra cuelgan una bandera amarilla, avisando que a bordo hay personas enfermas con el cólera para que nadie se suba ni se baje y así perpetuar su amor “Toda la Vida…”
Explicación: Freud decía que esta etapa de enamoramiento era un estado psicótico de la personalidad y tenía razón: no hay nada más parecido a un loco que un enamorado. Es una persona que no está viendo la realidad, sino que la idealiza. Es decir, no ve al otro en su totalidad sino como una pantalla donde proyecta sus aspectos idealizados. Al pasar esta etapa es cuando empezamos a amar, cuando empezamos a ver a nuestra pareja de una forma más realista porque notamos aquellas partes de él o ella que no nos gusta. Es entonces cuando nos encontramos con la desilusión que da paso a una aceptación o definitivamente a un adiós. El amor madura es más placentero, pero sin duda el enamoramiento es mucho más intenso. Por suerte, en el amor podemos amar, pero también podemos enamorarnos de la misma persona muchas veces.
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