Psicología de la Pareja: Un caso de Infertilidad




Hoy en día, considerando la exigiencia y retos que nuestra sociedad nos presenta, cada vez más, las parejas toman la decisión de retrasar la decisión tener familia. Posponen la decisión hasta lograr sentir que hay estabilidad tanto económica como en la seguridad que brinda una relación firme, a largo plazo. Por lo tanto, muchas mujeres pasan gran parte de su adolescencia, edad adulta temprana y a veces hasta pasados los treinta años, cuidándose de no quedar embarazadas. Esta es una situación que se ha estado normalizando en las últimas décadas, diría yo, desde los milenials y subsecuentes generaciones. Cuando por fin, la pareja toma la decisión de procrear se encuentra con frecuencia confrontada ante la sorpresa de darse cuenta de que es mucho más difícil de concebir de lo que nadie te haya dicho antes.


En el año 2009, la Organización Mundial de la Salud declara la infertiliadad como “una enfermedad del sistema reproductivo definida por la imposibilidad de lograr un embarazo clínico después de 12 meses o más de relaciones sexuales sin protección”. Una década después, este este sigue siendo un tema tabú y tristemente hay personas sufriendo de esta enfermedad en silencio. Las estadísticas de infertilidad en Los Estados Unidos según la Asociación Americana de Medicina Reproductiva (ASRM) es que 1 de cada 8 parejas experimentan o han experimentado infertilidad. En Panamá no existe una entidad a nivel público que recabe esta información, no obstante hay clínicas de reproducción asistidas a nivel privado en Panamá que afirman que esta es una condición que puede estar afectando a cerca del 20% de las parejas en etapa reproductiva.


Dentro del campo de la salud reproductiva, la infertilidad implica una deficiencia que no compromete la integridad física del individuo ni amenaza su vida. Sin embargo, esta deficiencia sí puede tener un impacto negativo en la vida emocional de la persona que lo padece, porque lo siente como una falla inherente que provoca mucha frustración y va debilitando la estabilidad emocional y por consecuencia la estabilidad de sus relaciones afectivas. Todo esto se lleva a un círculo vicioso que va conduciendo a la persona a aislarse progresivamente y a consumirse en sí mismo. Es un tema que se lleva como un estigma social y produce mucha vergüenza ya que la mayoría de las parejas consideran el tener hijos como un objetivo de vida.


Luego de muchos años de investigaciones a nivel local e internacional y de tratamientos tanto físicos como a nivel psicológico con hombres y mujeres que presentan una condición de infertiliad, se ha mostrado que cada caso es único y cada uno presenta su propia complejidad, de manera que no existe un tratamiento único que se pueda aplicar a todos por igual. No obstante, sí hay ciertos elementos comunes que a nivel emocional se presenta como un proceso de duelo con sus elementos de sorpresa y conmosion, negación, rabia, angustia y frustración, miedo y ansiedad, depresión o envidia de aquellos que tienen hijos. En fin, es un vaiven de emociones que se experimenta como una montaña rusa y que estremese las bases de la salud emocional tanto a nivel individual como la estabilidad de la pareja.


La dificultad de ser padres es multifacético y afecta a las pareja mucho más allá de la fertilidad. Hay una pérdida por la sexualidad espontánea y su rol fundamental para el fortalecimiento y confirmación del vínculo emocional de la pareja y en la contención de sus miembros de manera individual. La pérdida de una ilusión y la emoción conque se vive mes a mes durante el embarazo, el nacimiento de los hijos y la continuidad como ser humano a través de ellos. La vida real, fuera del ámbito de la pareja y la situación familiar es muy variable y complicado. Muchas veces la dificultad de hablar abiertamente de este tema se fundamenta en una realidad, una falla empática, de una sociedad que responde con prejuicio.


Hay muchas veces insencibilidad y minimización ante el sufrimiento emocional que padece la pareja, principalmente desde los círculos más cercanos e íntimos como lo son la familia y los amigos. Prescisamente cuando la pareja tiene una necesidad intensa de comprensión y apoyo emocional de parte de su familia y amigos, son llevados a sentirse mucho más aislados y alejado de sus vínculos más cercanos. Curiosamente, pero sin intensión de herir, hacen sentir a la persona infertil que en verdad está en control de aliviar su situación con comentarios como “relájate, vete de vacaciones, se están obsesionando y así no van a lograr nada, siempre puedes adoptar un hijo, etc.” Y así un sinfín de propuestas y soluciones sin ninguna base científica que implican que sólo reduciendo el estrés, lograrán embarazarse.


La presencia de un hijo tiene significados diferentes para cada uno de los miembros de la preja. Para las mujeres es sinónimo de desarrollo de su rol materno, de protección, afecto y educacion. Mientras que para los varones tiene un significado más dirigido a sentimientos de poder, de partriarcado, de protección, de proveedor, de lograr la plenitud de la hombría. Las mujeres experimentan esta situación con mucha ansiedad y estrés ya que recae sobre ellas, sobre su físico, el tratamiento a los que se someten y con la responsabilidad que ellas sienten de dar un hijo a su marido y la culpa que cargan si no quedan embarazadas cuando, durante el tratamiento, les fueron transferido los embriones. Los hombres pueden funcionar como sostén emocional de sus esposas, no obstante son menos propensos a pedir ayuda o a manifestar sus temores.


Como conclusión, son muchos los factores psicológicos que entran en juego cada vez que una pareja se ve confrontada a una situación tan compleja y que plantea un reto inmenso de resistencia tanto física como emocional. Ofrecer la posibilidad de buscar ayuda psicológica a modo preventivo, resultaría en un gran alivio ante el desgaste natural que conlleva los tratamientos de fertilización asistida. Todos los equipos médicos que trabajan con fertilidad asistida deberían incluir un profesional de la salud mental como parte de un equipo multidisciplinario. Esto les permitiría facilitar el transito de sus pacientes por las etapas de diagnóstico y tratamiento, ayudándolos a desarrollar mecanismos de adaptación eficases, a prevenir el deterioro a largo plazo y a sentirse contenidos emocionalmente en un ambiente seguro y de estricta confidencialidad.


  • Testimonio de un caso:


(Presentamos un caso real, usaremos nombres ficticios para proteger la identidad de los pacientes.)


Laura y Esteban:


Yo pienso que hay un tema social, cultural, sobre el rol de la mujer en la sociedad. Aunque las cosas hayan cambiado y ya la mujer es profesional y tiene la oportunidad de ser independiente, queda fuertemente en el inconsciente ese concepto del rol tradicional de la mujer. Pero en mi caso yo nunca sentí que mi rol era ser mamá y esposa. De hecho, yo nunca quise casarme. Yo siempre quise ser independiente, siempre quise ser profesional, siempre quise viajar por todo el mundo. Y, en caso de casarme y tener hijos, yo quería hacerlo porque era mi elección y no porque fuera algo que la sociedad me impusiera. Pero bueno, me regresé para Panamá y acá conocí a mi esposo y pensé, bueno, tal vez no es tan mala idea y opté por formar una familia con él. Yo había tomado pastillas anticonceptivas, pero al momento en que decidimos que ya era el momento de tener un hijo, dejamos de cuidarnos y yo quedé embarazada de una vez.


Yo tuve a mi primer hijo a los 37 años, pero después de que nació él, yo no podía aplicar acá la profesión que yo tenía en Estados Unidos y, a pesar de que mi esposo tenía un trabajo estable, un solo salario no nos alcanzaba para tener el nivel de vida que ambos queríamos. Yo tenía mucha incertidumbre y eso me causó mucho estrés. Eso aunado a que no podía contar con un apoyo confiable con quien dejar a mi hijo y poder salir a trabajar. Yo me sentía bastante desamparada. ¡Cómo yo iba a tener otro hijo así! Aunque te confieso que yo siempre quise tener más de un hijo porque ser hijo único es terrible. Entonces mi ginecóloga, en ese momento, me recomendó ponerme una inyección de Depo-Provera. Esa inyección se aplica cada seis meses y yo me la puse dos veces en un año. Pero cuando la suspendí resultó que ya no menstruaba más.


Yo no sabía qué era lo que me pasaba, yo vi aproximadamente como a ocho doctores. Pasado un tiempo yo empecé a sentir una situación rarísima porque de repente empecé a sentir todos los síntomas de un embarazo. Fui donde uno de los tantos médicos que me trataron y, luego de que la prueba de embarazo saliera positiva, él me hace un ultrasonido y me dice: sí, estás embarazada pero el bebé está muerto. ¡Estaba embarazada de tres meses! Eso es un misterio aún sin resolver. A mí me tuvieron que hacer un aborto quirúrgico, pero nunca me regresó mi menstruación. Cuando a mí me hicieron el curetaje, se me pegaron las paredes del útero y me causaron una menopausia. Yo tuve dos reconstrucciones de útero, pero ya había pasado tanto tiempo entre una cosa y otra que finalmente me dijeron que ya estaba entrando, por edad, en una menopausia.


Me dieron varias alternativas que para mí resultaban ¡inconcebibles! Me hablaban de alquilar un vientre, pero con el óvulo de otra mujer, eso era impensable para mí, aparte de que la ley en ese momento decía que el hijo le pertenece a la mujer que lo pare. Me hubiera gustado tener otro hijo, pero el sistema falla, los médicos te fallan y tu tienes que seguir tus instintos. Cuando tu instinto te dice que algo no está bien es porque algo no anda bien.


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