La Infancia Y Su Influencia En La Personalidad Adulta




  • ¿Cómo influye la infancia en nuestra personalidad?


La calidad y naturaleza del cuidado que reciben los niños de sus padres influirá profundamente en su desarrollo emocional. Los niños en su inmadurez son muy vulnerables a la frustración y a la agresión, propia y del entorno. Su capacidad de contener la ansiedad o los sentimientos de desamparo e ira que puedan experimentar en situaciones adversas es muy frágil. Esta fragilidad se contrarresta con la seguridad del amor de sus cuidadores y su disponibilidad. Esto quiere decir, que debe primar la constancia de una relación segura. Una relación segura se basa en el amor incondicional. Esto es, por ejemplo, que el afecto no debe estar condicionado a que el niño cumpla las necesidades y deseos de sus padres sino todo lo contrario. Se puede apreciar en aquellos padres cuyos hijos ya llevan impreso el deseo de lograr todo aquello que ellos mismos no pudieron y en base a esto, toda la crianza se basa en ese estigma; creando a la larga una falsa identidad. “Yo valgo en la medida en que pueda complacer a los demás”. Los niños no son una alcancía que llenamos para luego gratificarnos de sus logros y competencias.



  • ¿Cómo afecta en nuestra vida de pareja?


Existe una relación entre el estilo de apego – vínculo afectivo – desarrollado en la infancia y le elección de pareja en la edad adulta y el grado de satisfacción de la relación entre ambos miembros. De acuerdo con la teoría del apego, en el ser humano existe una necesidad biológicamente determinada hacia la formación de vínculos afectivos, cuyo objetivo principal es la obtención de un sentimiento de protección y seguridad. De hecho, se hizo un experimento en la década de los sesenta, muy curioso, con monitos para dar una explicación a este fenómeno; realizado por Harry Harlow sobre la privación materna. Lo que él hizo fue básicamente separar algunas crías de sus madres mientras observaba la manera que estos animalitos expresaban su necesidad de cercanía con su progenitora. Harlow introduce en la jaula una madre sustituta. Una de éstas era una estructura de alambre con un biberón y el otro cubierto de felpa suave, pero sin el biberón. Ambos objetos, a su manera, simulaban una madre. La idea era poner a prueba el amor condicional. Según esta última, las crías se relacionaban con sus madres básicamente por el alimento que les proporcionaban. Sin embargo, lo que descubrió fue que estos monitos tendían a aferrarse al muñeco de felpa, a pesar de no proporcionar comida. El resultado de este estudio fue que se demostraba que el muñeco de felpa parecía proporcionar una sensación de seguridad que resultaba determinante a la hora de que estos tuvieran iniciativa por desarrollar otras tareas. De hecho, los monitos se aferraban al muñeco de felpa en situaciones de miedo y cuando se les separaba de esta madre sustituta, reaccionaban con mucha desesperación buscando nuevamente la cercanía de esta figura protectora.


Las experiencias de interacción con los principales cuidadores generan la construcción de modelos mentales basados en las expectativas que el niño tiene sobre cómo responder a sus figuras de apego y a sus necesidades. Estos modelos internos sirven para interpretar las emociones y elegir la forma de afrontarlas. En la adultez, la función del apego sigue consistiendo en proporcionar apoyo y seguridad. Sin embargo, aunque hay muchas similitudes entre el apego de la infancia y el de la edad adulta, hay una gran diferencia: El vínculo entre adultos debe ser simétrico o sea de igual a igual. Cada miembro de la pareja ejerce de figura de apego para la otra, de la misma manera que recibe los cuidados del otro.


No es un modelo de persona lo que se toma como referencia a la hora de buscar pareja en la edad adulta. Es más bien un modelo de relación lo que el individuo anhela recrear.



  • ¿Cómo afecta nuestra sexualidad?


Definitivamente que el estilo de apego o forma de vincularse consigo mismo y con los demás influye en las relaciones de pareja e indudablemente en su sexualidad. A través de estos códigos internos que se forman a través del apego, también se adquiere o no el código de intimidad. Si no se da una forma segura de relacionarse con los cuidadores primarios en la infancia, pues también esa misma persona de adulto puede tener dificultades a la hora de seducir y en las relaciones que requieran cualquier tipo de intimidad.


Por ejemplo: Una persona que se desarrolla como un adulto autónomo, es decir que es capaz de vivir solo y ser independiente, estará en mayor disposición de realizar una mejor selección de su pareja y un mejor establecimiento del vínculo. La relación de intimidad se da desde una confianza “realista” y desde un compromiso positivo. Confía en la posibilidad de vivir en pareja de forma satisfactoria y muestra expectativas realistas. Toda esta forma de relacionarse segura y positiva, también se lleva a la relación sexual.


Por el contrario, una persona ansiosa e insegura, no soporta bien la soledad y le resulta difícil vivir en pareja. Toma decisiones riesgosas guiadas más por el impulso que desde un punto más reflexivo con la consiguiente merma en la calidad de la relación afectiva y de intimidad. Llega a la relación muchas veces con el miedo de no ser amado y de ser abandonado. Al sentirse inseguro, necesita constantemente confirmación de que sigue siendo amada. Este tipo de personas pueden sufrir de celotipia y arrinconan tanto a la pareja que terminan en una profecía auto cumplidora. Hay muchas disfunciones sexuales que se asocian con un estilo de apego inseguro.



  • ¿Los niños con traumas serán adultos potencialmente deprimidos?


Par empezar a responder a esta pregunta, lo primero que quisiera decir es que los humanos somos seres biopsicosociales. No podemos separar nuestra fisiología de nuestra psique ni tampoco podemos vivir en un aislamiento absoluto sin perecer, de alguna forma. Somos concebidos a través de una relación y nacemos en una relación. Donald Winnicott, pediatra y psicoanalista inglés, dijo una vez que “no hay tal cosa como un bebé sin una madre”. Dicho todo esto, ante la pregunta de que, si los niños con trauma serán adultos potencialmente deprimidos, la respuesta es: no necesariamente. Por ejemplo, hay condiciones crónicas como la bipolaridad que pueden tener una importante influencia de carácter hereditario. Un ambiente de abuso prolongado puede desencadenar en un adulto con una disfunción o trastorno de personalidad; pero no todas las personas que han sufrido algún tipo de maltrato necesariamente desarrollarán dicho trastorno. Todo depende de qué tan temprano sucedió el trauma, qué tan prolongado y cuán profunda su herida o si hubo alguna figura de apego lo suficientemente fuerte como para sostener al niño en condiciones de abuso, por ejemplo, una abuela, un maestro, una iglesia, una familia sustituta, un grupo de amigos, a los que el niño pudo aferrarse. En caso de ser así y por las mismas condiciones fisiológicas que trae el niño, sus recursos innatos, puede por el contrario ser una persona con un alto grado de “resiliencia”.


La resiliencia es la capacidad de afrontar la adversidad y salir fortalecido. Desde la Neurociencia se considera que las personas más resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés y mayor capacidad para afrontar retos. Es la capacidad de entereza más que resistencia de sobreponerse a un estímulo adverso.



  • ¿Cómo la familia influye en la personalidad?


La familia constituye la unidad nuclear primordial de la sociedad. Es una agrupación de individuos unidos por una red de lazos tanto afectivos como de parentesco. La familia funciona como una entidad con vida propia, con una dinámica y estructura que la hace única e irrepetible. Su función principal es asegurar el desarrollo físico y emocional de sus integrantes; satisfaciendo sus necesidades de afecto, protección, soporte, alimento y cuidados de la salud de sus miembros. Es dentro de este sistema donde la pareja conyugal busca satisfacer sus necesidades sexuales, emocionales y de estabilidad. Como unidad parental, la pareja brinda cariño y se entrega para que los niños puedan desarrollarse, sirviendo como guías, educadores y modelos para su descendencia.


La calidad y naturaleza del cuidado que reciben los niños de sus padres influirá profundamente en su desarrollo emocional (el desarrollo de su personalidad). Cuando el sistema familiar es capaz de ofrecer a sus miembros un ambiente nutricio, cálido y sano; puede constituirse en fuente de habilidades resilientes a favor del desarrollo de sus integrantes. Un ambiente familiar positivo y firme ofrece al individuo la oportunidad de fortalecer sus procesos adaptativos de manera que pueda ser capaz de crear estrategias que limiten conductas riesgosas y al mismo tiempo, internalizar herramientas para enfrentar el futuro. Es en la familia, desde la consolidación del apego, el escenario por excelencia de la salud mental en los adultos.



  • ¿Cómo influye nuestra infancia en nuestro desempeño laboral?


En el plano de las relaciones laborales, mi respuesta sería, la capacidad de ser asertivos. No existe una sola respuesta, pero pueden resumirse en un solo término: La Asertividad. Ésta va ligada a la auto estima, hacia la capacidad de relacionarse con los demás de igual a igual, ni estando por encima ni estando por debajo. Sólo quien posea una buena auto estima, quien se aprecia y se valore a sí mismo, podrá relacionarse con los demás en el mismo plano, reconociendo a los que son mejores en alguna habilidad, pero no sintiéndose ni inferior ni superior a los demás. El que una interacción nos resulte satisfactoria depende de que nos sintamos valorados y respetados y esto, a su vez, no depende tanto del otro, sino de que poseamos una serie de habilidades para responder correctamente y una serie de convicciones o esquemas mentales que nos hagan sentirnos bien con nosotros mismos.


Recordando el término “resiliencia” explicado más arriba, desde las Neurociencias, se considera que las personas resilientes tienen mayor equilibrio emocional frente a las situaciones de estrés y soportan mejor la presión. Esto les permite una sensación de control frente a los acontecimientos y mayor capacidad de afrontar los retos. La resiliencia es el convencimiento que tiene un individuo o equipo en superar los obstáculos de manera exitosa sin pensar en la derrota, a pesar de que los resultados estén en contra. Al final, surge un comportamiento destacado en situaciones de incertidumbre con resultados altamente positivos.


Siguiendo esta línea, las interacciones sanas y nutricias que tuvimos en nuestra infancia con nuestros padres o cuidadores primarios, cimientan las bases de la autoestima, la estabilidad emocional y nos proporcionan herramientas fuertes y flexibles como forma de enfrentar y adaptarnos a situaciones estresantes. Se pudiera entender, entonces que el apego positivo ofrece un ambiente nutricio que favorece la resiliencia.



CONCLUSIÓN: Los modelos internos de apego que desarrollamos en relación con los demás durante nuestros años de formación y desarrollo, sirven de guía para interpretar las emociones y elegir la forma de afrontarlas. Estos, por lo tanto, dirigen la respuesta emocional y conductual y tienden a estabilizarse y volverse automáticos, influyendo en la percepción y reacción ante las nuevas relaciones. No obstante, si el estilo de las relaciones interpersonales se modifica de forma estable y significativa, los modelos de apego pueden actualizarse para resultar en una estructura más adaptativa y eficaz.



Sólo quien posea una buena auto estima, quien se aprecia y valora a sí mismo, podrá relacionarse con los demás de igual a igual, en el mismo plano, reconociendo a los que son mejores en alguna habilidad, pero no sintiéndose inferior ni superior a otros.



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