Ante estas y otras preguntas no existe una sola respuesta, pero pueden resumirse en un solo término: ASERTIVIDAD. La asertividad va ligada a la capacidad de relacionarse con los demas de igual a igual, ni estando por encima ni por debajo. Sólo quien posee una buena autoestima, quien se aprecia y se valora a sí mismo, podrá relacionarse con los demás en el mismo plano, reconociendo a los que son mejores en alguna habilidad, pero no sintiéndose inferior ni superior a otros. Por el contrario, la persona no asertiva, tanto si es retraída como si es agresiva, no puede tener una autoestima muy alta, por cuanto siente la necesidad absoluta de ser valorada.
La asertividad es una habilidad que está estrechamente ligada al respeto y cariño por uno mismo y, por ende, a los demás. Pero, qué hace realmente que se respete a una persona? ¿Por qué hay personas ante las que se tiene un sentimiento natural de respeto, mientras que otras suscitan en los demás burlas o desprecio; hombres y mujeres a las que se pisa y humilla? No existe una respuesta única, aunque podría decirse que el que una relación nos resulte satisfactoria depende de que nos sintamos valorados y respetados, y esto, a su vez, no depende tanto del otro, sino de que poseamos una serie de habilidades para responder correctamente y una serie de convicciones o esquemas mentales que nos hagan sentirnos bien con nosotros mismos.
Normalmente, cuando nos sentimos mal es porque estamos frustrados, enfadados, infravalorados o aislados. Tendemos a culpar al otro -persona o situación- por nuestro estado de ánimo, pero en el fondo lo que sucede es que no nos sentimos tomados en cuenta de la forma como nos gustaría o, tal vez, no somos capaces de mostrarnos tal y como somos ya sea por inhibición o vergüenza; por consiguiente no nos sentimos respetados. En realidad todos en algún momento hemos pasado por un mal momento. Por mucha fortaleza interna que creamos tener, todos en algún momento nos hemos encontrado con alguna situación que se nos saca de nuestra área de confort. Hay personas que lo notan sólo en situaciones puntuales, pero hay otras a las que les afecta en muchas facetas de su vida. Estas últimas son personas que pueden padecer de fobia social o pánico en sus interacciones con los demás.
De la angustia que esta situación produzca depende tal vez el que una persona acuda a una consulta psicológica o no, pero todos nos podemos encontrarnos con algún área de nuestras vidas con las que se nos dificulte enfrentarnos. La asertividad puede entenderse como consecuencia de una autoestima robusta, pero basada en nuestra realidad, relacionándonos con los demás de igual a igual, ni estando por encima ni por debajo. Sólo quien posee una alta autoestima, quien se aprecie y se valore a sí mismo, podrá relacionarse con los demás en el mismo plano, reconociendo a los que son mejores en alguna habilidad, pero no sintiéndose inferior ni superior a otros.
Pero, qué provisiones necesitamos para adquirir una autoestima saludable? Necesitamos padres o cuidadores que nos acepten como somos. Necesitamos que nos quieran y además sentirnos bien acogidos. Necesitamos vernos reflejados en los ojos de nuestros padres con amor y ternura. Necesitamos su comprensión, apoyo y confort. Necesitamos que a pesar de ser pequeños, nos hagan sentir importantes. Necesitamos que nos introduzcan a las realidades de este mundo con esperanza, robusteciendo nuestros potenciales. Necesitamos sentirnos protegidos ante situaciones de peligro, pero con mesura sin contagiarnos sus angustia por temores desmedidos. Necesitamos que nos ayuden a procesar, nombrar y modular nuestras emociones. Necesitamos que nos enseñen a valorar nuestras virtudes y nos ayuden a mirar nuestras limitaciones y defectos con ecuanimidad y aceptación.
En su obra de filosofía política, Aristóteles afirma que el hombre es un ser social por naturaleza. De hecho, el ser humano es un ser relacional que busca interacción con los demás, pero solamente si esta relación es enmarcada en base al respeto y a la comprensión nos humanizará internamente. Poco a poco, nuestra identidad se irá constituyendo, entre otras cosas, a través del amor y la mirada emocional propiciada por las figuras parentales durante nuestros primeros años de vida. La madre, quien suele hacerse cargo de las funciones de cuidado y sostén emocional será quien al mirar a su bebé de manera atenta, le posibilitará descubrirse en su mirada. ¿Qué mira el bebé cuando mira el rostro de la madre? Donald Winnicott diría: se ve a sí mismo.
Artículo basado en el libro escrito por Olga Castanyer “La asertividad, expresión de una alta autoestima”
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